Cualquier fecha es buena para regalar un libro pero nuestras instituciones animan a que la noche del 27 de abril se regalen muchos más. Yo diría que eso está muy bien si es el primer paso para luego leer. Aunque el consumismo en libros es un ismo que no me disgusta: será por falta de autocrítica. A lo que iba: el 27 se celebra en Madrid y provincia, en numerosas librerías, bibliotecas, centros culturales, fundaciones, museos, etc. la Noche de los libros, con decenas de actos culturales, encuentros, conciertos, recitales, descuentos del 10%, etc. Tengo entre mis manos las 24 páginas del programa y sus variadas y atractivas propuestas me crean un problema: no puedo estar en todas las que me gustaría, tendré que elegir. Me encantaría cruzarme con vosotros en cualquiera de esos actos. (¿Tonto? de mí pensaba: estos chicos de clase de Primaria podían organizar ese cursi amigo invisible para esa noche y regalarse un libro, poniéndose un tope de gasto en 10 euros -9 si buscamos el descuento de esa noche- y sorprendemos al amigo con una maravillosa lectura).
Hoy en El País Juan Cruz publica un reportaje sobre el futuro de las librerías. No es muy optimista -¿quién lo es hoy? Yo, después de ver anoche Inside Job me lo estoy pensando- pero al menos dibuja alguna esperanza, habrá que agarrarse a ella. Cuánta razón tiene Luis Landero, cuando recuerda que el centro del mundo está en una librería, pero en el fondo sabe que hoy ese centro está en cualquier ordenador.
También El Cultural se pregunta sobre el futuro de las librerías. Y con similares respuestas y sensaciones. En el mismo medio Ignacio Echevarría se pregunta por el de los libros impresos, ¿mañana serán solo objeto decorativo?
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